Anaximandro
Sánchez, bisnieto de Chabuca Granda, excelentísimo protegido de Mario Vargas
Llosa, conocido lejano de Jaime Bayli, primo segundo de Eva Ayllón, sobrino nieto
del último cacique de Wari, paseador de los reinos de Arequipa, Tacna, Wilson y
todo Surquillo, emperador del Chama, soberano del sanguchón Miguelón,
extraordinario caballero nunca derrotado, firme guardián de las tumbas del
presbítero maestro, delegado de salón durante toda la primaria, esperanza y
confort de los confundidos, ahijado de Gandalf y Dumbledore. Estrenó su primera
obra de teatro a los diez años, a los doce años huye por amor a la tienda de la
esquina una tarde completa, sufrió diferentes naufragios imaginarios, fue desterrado
de varios parques, militó en el partido alpinchista y fue expulsado por ponerse
serio, publicó su primer comentario en un foro a los quince años, se salvó de
morir ahogado como una leyenda cuando todavía no lo era. Su fama fuera de las
fronteras crece al ritmo de la uva de mesa, en Argentina lo consideran
borgiano, en Brasil coheliano y en Bolivia venezolano. Los anaximandristas
coinciden en que su prosa tradicionista, nacionalista y tremendista viene de un
apego academicista romántico. La Real Academia tiene sus datos guardados en una
agenda. La obra de Anaximandro está comprometida con el meollo del asunto, la
transición de la colonia, la parroquia del barrio y las lamentaciones en tono
festivo y costumbrista, siempre y cuando guarden un tono con tendencias
monárquicas autoritarias de corte impresionista y testimonial. Además de la
narrativa, cultivó la epístola, el ensayo histórico y la crítica cítrica. En
diversas ocasiones fue acusado de arcaico por los modernos y de moderno por los
arcaicos, hecho que le produjo diversas afecciones estomacales. Los
anaximandristas no se ponen de acuerdo en el orden de sus cuentos: Unos dicen
que el primero es el segundo, otros que el tercero es el último y los hay que
dicen que los últimos son los primeros. Por momentos parece sucumbir al dogma
de no tener dogma, al dogma del choclo con queso, la popularidad, la pose, la tristeza
y las babas de rabia del fin de semana; sin embargo, el sabor anaximandriano le permitirá
distinguir su típica sazón hueso-arenoso. Personajes estereorimados cuyo origen
es desconocido y nebuloso hacen fatal lo maravilloso y maravilloso lo fatal. La
oralidad, el clasicismo y el sindicalismo hacen su presencia en estas páginas
venidas de menos a más. Inédito desde hace varios siglos, en medio de un
torbellino de pasiones y telenovelas mexicanas, se ha permitido presentarse y
hablar de su primer y único libro.
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