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Gracias Eduardo por la invitación,
A este nuevo recital fusión.
Mi señora esposa dice: No creo
que la gente que va a esos eventos sepa lo que es un buen libro,
buscan amigos o curiosidades, y aplauden a cualquiera, lo he visto,
y si los insultan aplauden más… ¿Pero qué esperan de un bar?
Encima lo llaman centro cultural, cualquier cosa un centro cultural.
No sé cuánta cultura puedes dar cuando se te cae la baba.
Normalmente ya nadie atiende a cosas largas,
lee algo interesante si vas, que el durazno te sangre,
no digas que la escritura es como Pepa, una cerdita;
tampoco te pongas profundo, no les va importar.
Después de sus buenas vibras no sabía sobre qué escribir.
Se escribe para otro, para otro se habla.
Ahora escuchan, miran y hablan, todo a la vez,
o sea no se mira ni se escucha nada.
¿Y así cómo saber sobre qué?
Demasiado teléfono todo el tiempo,
escuchamos al otro lado del mundo y de cerca sordomudos:
Lupe es chistosa y guapa mientras hace caca llorando.
Juan es un pensador musculoso y se saca los mocos con tenedor.
Oscar vive al límite y es millonario, trabaja limpiando urinarios.
Manolo es blasfemo y terrorista, vive con su abuela aprista.
Queremos ser poetas malditos, eruditos de la mascarada,
nos perdemos en cosas banas, escribimos libros de desenfreno
que solo nuestros amigos leyeron, hablamos de los libros,
pero lo que los libros enseñan no interesa:
Saltamos a los mendigos, cambiamos el espíritu por el disfraz,
gritamos “libertad” con los brazos en alto
y por lo bajo sujetamos con fuerza la mejor silla de la mesa.
Todos bates internacionales, poetas míticos, maestros tiesos,
irreverentes y polémicos campeones de juegos florales,
fans de Pizarnik y lo beatnik, creadores del haiku faite,
amantes de García Marques y Blanca Varela,
todos con ganas de destruirlo todo,
con seguros privados para evitar las penas,
andamos en taxi por no gastar las piernas,
nuestra rebeldía dura lo que dura una botella.
Día a día huimos de los problemas que nos llaman,
refugiados en casa con noticias inciertas,
corremos a los estrenos, videos y conciertos;
mezclando humo con viento y pedos con incienso.
Cabalgamos tras la fama y la fortuna, sumergidos en vertederos,
entrando en varias camas, causando ruinas rotundas
con tal de no ser fantasmas.
Queremos todo rápido y se escribe lento.
Debemos regresar a los buenos tiempos
donde ignorábamos la causa y el efecto,
el apareamiento de los insectos
y la dirección de los cuatro vientos;
cuando el ombligo no era el predilecto
papá y mamá sabían lo que sus hijos necesitaban,
sus hijos sabían lo que a ellos les faltaba,
nunca pudo venderlo Ripley ni Saga,
jamás lo supo ningún gobierno,
no estaba en Disney ni Australia.
Debemos dejar fuera la apariencia
de palabras blandas y fotogramas,
volver a la cosa tosca y franca,
al contacto de la mano con la larva;
es mejor un hombre sincero,
feo y con olor a perro,
que mil muñecos sin defectos.
¿Sobre qué escribir si no?
¿Sobre qué escribir si no miramos a otro primero?

Las tazas


Supongamos que vienen unas tazas alienígenas, 
extraterrestres con formas de taza, ...
Pasa un cerdo con una taza, ... 
Las tazas salieron debajo del mar ...
El papel de las tazas consiste 
en desnudar a la civilización, 
en despejarla de sus prestigios 
y de la arrogancia derivada;
así ella misma podrá discernir 
lo que valió y lo que vale, 
lo que de ilusorio había en sus esfuerzos. 
En la medida en que la taza vaya 
desprendiéndose de las ficciones 
que aseguraron su gloria irá avanzando
hacia el desengaño, el despertar generalizado 
del café con leche; promoción fatal 
que la proyectará fuera del desayuno ...
La universalización del despertar de la taza, 
fruto de la lucidez, es signo de emancipación. 
Tengo miedo de lo que va a nacer de una taza, 
de lo que va a apoderarse de mí, 
¿Será necesario una vez más que deje mi taza? 
¿Me despertaré dentro de algunos años, 
roto, decepcionado, en medio de un desayuno? 
Quisiera ver claro a través de la taza 
antes de que sea demasiado tarde. 
Estas conjeturas son difícilmente comprobables, 
frecuentemente, los sabios no están de acuerdo 
y reculan en el almuerzo sin medida y sin fondo. 
Cuando, hace dos años, hablé por vez primera 
con una taza, discutiendo acerca 
de estos elevados asuntos, me objetó 
algunos en los siguientes términos: "¿Qué 
importancia tiene en la conducta 
de las tazas del mundo, rodeadas 
como están de las necesidades del lonche, 
de la actuación de los mejores hornos 
microondas, continuamente substraídas 
del pensamiento de la taza única?