Vincent Van Gogh (1853 - 1890)



Hemos hablado mucho de lo que es nuestro deber y cómo podríamos llegar a algo bueno, y hemos llegado a la conclusión de que nuestro fin, en primer término, debe ser el de hallar un lugar determinado y un oficio al cual podamos consagrarnos enteramente. Y creo que estábamos igualmente de acuerdo sobre este punto: que tenemos, sobre todo, que encarar el fin y que una victoria lograda después de toda una vida de trabajo y esfuerzos vale más que una victoria lograda más temprano. El que vive sinceramente y encuentra penas verdaderas y desilusiones, y no se deja abatir por ellas, vale más que el que tiene siempre viento en popa y que solo conocería una prosperidad relativa. Porque en quienes se comprueba de la manera más visible un valor superior es en aquellos a quienes se aplican las palabras: “Trabajadores, vuestra vida es triste; trabajadores, vosotros sufrís en la vida; trabajadores, vosotros sois felices”, en aquellos que llevan los estigmas de “toda una vida de lucha y trabajo sostenida sin doblegarse jamás”. Es necesario hacer esfuerzos para semejarse a ellos.

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Si se tuvieran que pronunciar algunas palabras, pero con un sentido, sería mejor que pronunciar muchas que no fueran más que sonidos huecos y no costaría nada pronunciarlas por las escasa utilidad que tendrían. Si se continua amando sinceramente lo que es en verdad digno de amor y no se derrocha el amor en cosas insignificantes, nulas e insípidas, se lograría, poco a poco, más luz...

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